Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca,  sino la que sea buena para la necesaria edificación,  a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios,  con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
Efecios. 4:29-30


Siervo Por Temor

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"Estoy imitando a Jacob quien se llamó a si mismo siervo de su hermano Esaú?, En realidad se llamó siervo solo por temor, pero en realidad de corazón no estaba sintiendo ni siendo un siervo. Debo hoy ser cuidadoso de no llamarme a mi mismo un siervo, sino más bien ser un siervo. Jacob se [...]

 

DIOS ES QUIEN CUIDA DE TI, CONFIA TODO A EL.

 

“Y todo lo que puedan decir o hacer, haganló en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Cualquier trabajo que hagan, háganlo de buena gana, pensando que trabajan para el Señor y no para los hombres. Bien saben que el Señor los recompensará dándoles la herencia prometida. Su Señor es Cristo y están a su servicio.”
(Carta a los Colosenses 3:17,23-24)
“Estos son nuestros pensamientos en todo momento mientras rogamos por ustedes: que nuestro Dios
los haga dignos de su llamada y que, por su poder, lleve a efecto sus buenos propósitos, haciendo que
su fe sea activa y eficiente. De ese modo el nombre de Jesús, nuestro Señor, será glorificado a través de ustedes y ustedes lo serán en él, por gracia de nuestro Dios y de Cristo Jesús, el Señor. ”

ATREVETE AL CAMBIO.

 

"Porque debiendo ser ya maestros despues de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de la palabra de Dios, y habéis llegado a ser tales, que tenéis necesidad de leche y no de alimento sólido Hebreos 5:12


                                           
 

 

ABC Cristiano

Abecedario Cristiano:

Alaba a Dios en cada circunstancia de la vida.

Busca la excelencia, no la perfección.

Cuenta tus bendiciones en vez de sumar tus penas.

Devuelve todo lo que tomes prestado.

Encomienda a tres personas cada día.

Fíate de Dios de todo corazón y no confíes en tu propia inteligencia.

Gózate con los que gozan y llora con los que lloran.

Haz nuevos amigos pero aprecia a los que ya tienes.

Invita a Cristo a ser tu Señor y Salvador.

Jamás pierdas una oportunidad de expresar amor.

Lee tu Biblia y ora cada día.

Mantente alerta a las necesidades de tu prójimo.

No culpes a los demás por tus infortunios.

Olvida las ofensas y perdona así como Dios te perdona.

Promete todo lo que quieras; pero cumple todo lo que prometes.

Que se te conozca como una persona en quien se puede confiar.

Reconoce que no eres infalible y discúlpate por tus errores.

Sé la persona más amable y entusiasta que conoces.

Trata a todos como quisieras que te traten.

Únete al ejército de los agradecidos.

Vístete de misericordia, humildad y paciencia.

Y no te olvides de soportar a los demás como a ti te soportan.

Záfate de las garras seductoras de Satanás.

Y lo mejor llénate del amor de Dios, que todo lo puede y está dispuesto a amarte siempre.

 


Lic. Tomas Cabrera
Lic. Tomas Cabrera

VUELVE A CASA

 

Aquí están los elementos claves por medio de los cuales nos llegamos a reconciliar con el Padre. Todos y cada uno de ellos tienen una importancia vital. Si uno solo de ellos estuviera ausente, podría impedir que nuestra relación fuera completa.

Nuestra condición: Lo primero que necesitamos comprender es que estamos separados de Dios. El abismo que nos separa de Él es ancho y profundo. Heredamos por nacimiento un defecto fatal. Como consecuencia, hemos vivido independientes de Él. La Biblia destaca esta realidad tan desoladora: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”. Si no podemos aceptar el hecho de que el pecado nos separa de Dios, nunca llegaremos espiritualmente a casa, porque no sentiremos la necesidad de un Salvador.

 

El remedio de Dios: En segundo lugar, necesitamos tener una comprensión muy clara de quién es Jesús, y qué ha hecho Él por nosotros, para poder poner en Él nuestra fe con toda confianza. Jesús fue quien cerró la brecha que nos separaba de Dios. En palabras del apóstol Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Jesús no sólo era un buen hombre, un gran maestro o un inspirado profeta. Él vino a la tierra como el Cristo y el Hijo de Dios. Nació de una mujer virgen. Llevó una vida sin pecado. Murió. Fue sepultado. Resucitó al tercer día. Ascendió a los cielos, y allí se convirtió en Señor y Cristo.

La muerte y resurrección de Jesús a favor nuestro satisfizo las exigencias de Dios: una provisión completa para eliminar nuestro pecado. Este Jesús, y sólo Él, reúne las cualidades para ser el remedio de mi pecado y el suyo.

Nuestra respuesta: arrepentirnos y creer.

El arrepentimiento personal es vital en el proceso de transformación. La palabra “arrepentimiento” significa literalmente “un cambio en la manera de pensar”. Consiste en decirle al Padre: “Quiero acercarme a ti y apartarme de la vida que he llevado independientemente de ti. Te pido perdón por lo que he sido y lo que he hecho, y quiero cambiar de manera permanente. Recibo tu perdón por mis pecados”.

En este punto, son muchos los que experimentan una notable “purificación” de cosas que se habían ido acumulando toda una vida, todas ellas capaces de degradar el alma y el espíritu de una persona. Sintamos o no el perdón de Dios, si nos arrepentimos, podemos tener la seguridad total de que somos perdonados. Nuestra confianza se basa en lo que Dios nos ha prometido, y no en lo que nosotros sintamos.

Llegamos a una relación personal con el Señor cuando tomamos la mayor decisión de la vida: el punto decisivo del que hablamos antes. Esa decisión consiste en creer que Jesús es el Hijo de Dios, el que murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó de entre los muertos, y recibirlo por Salvador y Señor. Cuando creemos de esta forma, nos convertimos en hijos de Dios. Está prometido expresamente en el evangelio de Juan: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12).

¿Quisiera recibir a Jesucristo como Salvador? Si quiere hacerlo, puede hacer una oración como ésta:

“Jesús, te necesito. Me arrepiento de la vida que he llevado alejado de ti. Te doy gracias por morir por mí en la cruz para pagar por el castigo de mis pecados. Creo que tú eres el Hijo de Dios, y ahora te recibo como mi Salvador y Señor. Consagro mi vida a seguirte.”

¿Hizo esta oración?

                           Sí

 

 

La Nueva Naturaleza

¿Le parece este transformador paso increíblemente simple? Es lamentable que se haya oscurecido tanto el concepto de acudir a Jesús de esta forma, y se haya envuelto en tantas ideas y palabras innecesarias, que se les ha robado a muchos la maravillosa sencillez de esta verdad. Es muy importante que eso no nos suceda a nosotros.

La transformación personal tiene por resultado una naturaleza totalmente nueva. Esa naturaleza reemplaza a la antigua, que había estado corrompida desde el principio. El apóstol Pablo lo describe de esta manera: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5:17). Pensemos en otros términos que se usan en la Biblia para describir el contraste total que existe entre lo viejo y lo nuevo. Cuando alguien se convierte en creyente, sale de las tinieblas para pasar a la luz (Hechos 26:18); sale de la esclavitud para pasar a la libertad (Romanos 8:21); sale de la muerte para entrar en la vida (Romanos 6:13).

En realidad, el nuevo creyente ha pasado por un segundo nacimiento. El primero fue un nacimiento natural, que vino unido a una naturaleza caída. El segundo es un nacimiento espiritual, libre de este defecto básico. Es un comienzo totalmente nuevo. Nos convertimos en una nueva persona. Jesús dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). Hay algo del mismo cielo —vivo, activo e imperecedero— que habita en el nuevo creyente.

Para mí, éste es el mayor milagro que nos podríamos imaginar jamás —llegar realmente al hogar de nuestro Padre en los cielos — con todo lo que esto significa en esta vida y en la eternidad.

 


Martillo y Clavo

El clavo penetra a lo más profundo de la madera, pero para que esto suceda necesariamente el martillo tiene que golpear las veces que sean necesarias la cabeza del clavo para que pueda ser penetrado en la madera, de igual manera el martillo tiene que ser accionado por alguien que concentre la fuerza para que el mismo pueda realizar su labor para lo cual fue creado.

Así mismo la palabra de Dios, como el clavo conoce el corazón de la madera, su consistencia o su  inconsistencia, la palabra de Dios también penetra a lo más profundo del corazón del sr humano y hace que el hombre que la ha oído descubra su resistencia  y su condición, como dicen las escritura: ”porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante  que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, la coyuntura y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4:12-13).

Pero de seguro que como el martillo necesita la acción de una fuerza para hacer que el clavo penetre, así mismo, la palabra de Dios necesita a alguien que la proclame para que pueda ser oída y haga la labor para lo que fueron enviadas, por tanto somos nosotros los responsables de accionar esa palabra como dijo la Jesus: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolo en el nombre del Padre Y del Hijo y del Espíritu Santo;

 

Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo amen. ( Mateo 28:19-20)

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?

¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Romanos 10:14-15


Rezar versus Orar

Muchos rezan y rezan el "Padrenuestro".  Tal vez mi lector sea uno de ellos.  Déjeme preguntarle . . .

  • ¿De qué le aprovecha? 
  • ¿Cómo le afecta interiormente? 
  • ¿Le santifica?  
  • ¿Le acerca a Dios? 
  • ¿Efectúa algún cambio o reajuste en la dirección de su vida?  
  • ¿Hace más tiernos sus afectos? 
  • ¿Lima sus asperezas?  
  • ¿Reorienta sus intenciones? 
  • ¿Modifica sus ambiciones? 
  • O simplemente ¿le deja igualito sirviéndole para nada?

Si el 'Padrenuestro' no afecta y cambia profundamente la dirección de su vida, me temo que enfrente usted un problema titánico, una interferencia descomunal en su comunicación con el Eterno.  Se me sugiere que el meollo de su problema radica en que usted está rezando en vez de estar orando.

Existe una diferencia abismal entre  rezar y orar.  Rezar es repetir una oración que otro ha pensado, expresado ó escrito. Orar no es repetir sino hacer oración.  Orar, pues, es crear; crear oración basándose en sentimientos propios, en emociones personales, en dificultades y problemas muy de uno y no meramente estar reproduciendo, como reproduce repetitivamente una grabación en cinta magnética o en un disco compacto.  Orar es tener experiencia primaria y no secundaria, de primera mano y no de segunda. Cuando rezamos es como si nos pusiéramos una ropa ajena, ropa usada por otro, estrenada por otro. Cuando oramos es como cuando nos vestimos con ropa nueva que estrenamos nosotros. 

El rezar aplasta la creatividad y oblitera la vibración libre del alma en la presencia del Señor.  El orar estimula y promueve ambas.  Rezar es dormitar.  Orar es velar (Mt 26:41). Rezar es aprisionarse en la cárcel del pensamiento ajeno.  Orar es soltarse en la plenitud del pensamiento propio y expansionar el espíritu en la inmensidad de Dios.  Rezar es repetir como repiten los loros.  Orar es ejercitarse inteligentemente como es propio de seres creados a la imagen de Dios.

Rezar versus Orar

Cristo advirtió seriamente contra la práctica de rezar.  Jesús se pronunció en contra de repetir, y repetir y repetir, hasta gastar las ideas y dejarlas sin fuerza, sin sabor, y sin sentido.  Recitar y recitar una oración es desteñirla, desvirtuarla.  El Señor Jesús enseñó de esta manera:  “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mt 6:7).  Bien se parafrasea en la Biblia Al Día este versículo así: “Cuando estés orando, no te pongas a estar repitiendo la misma oración, como los paganos, que piensan que si repiten la oración varias veces, Dios va a contestar enseguida”

El Padrenuestro no es un rezo.  Es una oración.  Es la oración que el Maestro enseñó a sus discípulos y no el rezo que los discípulos recitarían a su Maestro.  Se la dio como un modelo, como una pauta para enseñarlos a orar, no para enseñarlos a rezar.  Para enseñarlos a crear, no a repetir.  Tenía como objeto enseñarlos a expresarse articuladamente, no a dormitar.  La intención del Cristo no era que se la embotellaran en la computadora del cerebro para repetirla lorificándola, sino para que los discípulos derivaran de ella directrices, sacaran principios, patrones, con los cuales formular sus propias oraciones y así llegaran a ser creativos conversadores con su Dios.

Alguien ha dicho: “Al orar con este modelo de oración no puedo decir PADRE si no encuentro la realidad de este parentesco en mi vida personal y cotidiana por no haber nacido todavía del Espíritu Santo en la familia de Dios.  No puedo decir NUESTRO(Padre nuestro) si mi ser íntimo vive en estrechez espiritual, creyéndome ser el sólo y único objeto de la atención del cielo, el favorito del Padre, el monopolizador de su atención.  NUESTRO incluye a otros que como yo son objetos también del amor, del interés y del cuidado del Padre. No puedo decir QUE ESTAS EN LOS CIELOS si pienso y si vivo como si sólo existiera este mundo, que no hay cielo sino el de la gratificación de mis apetitos terrenales.  No puedo decir SANTIFICADO SEA TU NOMBRE si mi lengua es todavía profana, si no ha sido santificada por el Señor.  No puedo decir VENGA TU REINO si no he hecho nada para que ese reino venga al corazón de los que me rodean, si no testifico a otros para que por fe entren en ese reino.  No puedo decir HAGASE TU VOLUNTAD si yo estoy decidido a hacer la mía continuamente.  No puedo decir ASI EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA si no me consagro al instante y por entero al servicio de Dios.  No puedo decir EL PAN NUESTRO DE CADA DIA DANOSLO HOY si vivo únicamente de mis experiencias pasadas, si vegeto en el conocimiento adquirido ayer, si no estoy renovando mi espíritu día a día en la lectura y reflexión de la Palabra de Dios.  El ejercicio de  alimentación espiritual ha de hacerse cotidianamente.  No puedo decir NO NOS DEJES CAER EN TENTACION si deliberadamente me coloco al borde de las mismas, si juego con las posibilidades de pecar enlodándome en ellas.  No puedo decir TUYO ES EL REINO si no le doy a Cristo, Rey de reyes y Señor de señores, el primer lugar en mis afectos y si no me someto a EL voluntariamente para obedecerle negándome a mí mismo.  No puedo decir PORQUE TUYO ES EL PODER si altaneramente vivo en el ejercicio de mis propias fuerzas y no en las de Dios, si me creo y actúo como un engreído y autosuficiente.  No puedo decir TUYA ES LA GLORIAsi ando siempre en busca de mi propia buena fama y de las lisonjas de mis prójimos.  No puedo decir POR TODOS LOS SIGLOS si mi horizonte y visión se limitan sólo al siglo presente.  No puedo decir AMEN, sin bregar, cueste lo que cueste, para que los postulados de esta oración transpiren en mi propia vida.”

Reiteramos que el Padrenuestro no es un rezo sino una oración.  Es una experiencia vital y a la vez exclusiva, no para todo el mundo sino para un grupo definido.  Desde su mismo principio la oración indica para quién ella sirve de modelo.  ¿Cómo principia la oración?  Pues, con la palabra “PADRE”, PADRE NUESTRO.  Es decir, la oración es exclusivamente para los hijos, no para los hijos de cualquiera, sino para los hijos del Padre, del Padre Dios.

¿Es usted hijo de Dios?
Déjeme cerciorarme . . .
¿Habla usted mentiras . . . aun sean mentiras piadosas o “mentirillas blancas”?  El diablo, dijo Jesús, es padre de mentira.  ¿Tiene usted malos  deseos?  ¿Entretiene usted pensamientos obscenos en su mente habitualmente?  ¿Amamanta usted en su pecho algún rencor, odio, resquemor contra alguien?  ¿Se aíra y maldice apasionadamente?  Estas cosas vienen del diablo. Cristo dijo que los hijos del diablo cumplen ó hacen los  deseos de su padre.  Como el Padrenuestro es una oración exclusiva para los hijos de Dios, los hijos del diablo no tienen derecho a usarla.

Quizás a esta altura se ande preguntando usted: ¿Cómo puedo llegar a ser un auténtico hijo de Dios?  Pues simplemente . . . haciendo lo que Juan 1:12 dice: “A los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”  Juan 1:12 pone en evidencia que hay que recibir a Cristo como Salvador en el corazón para nacer en la familia de Dios.

Déle, pues, entrada por fe en su corazón a Jesucristo hoy. Arrepiéntase sinceramente de sus muchos pecados y por fe identifíquese con la Obra de Cristo en la Cruz.  La Biblia dice: “La sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado” (1 Jn 1:7). Al usted apropiarse por fe la obra de la Cruz ingresa automáticamente en la familia de Dios.  Desde esa posición de privilegio, como pecador ya hecho hijo, podrá orar con toda propiedad: “Padre nuestro”. ¡A apropiarse por fe, pues, la Obra de la Cruz ahora mismo!  ¡A disfrutar de lo lindo de la dulce comunión con el Padre Dios! 

¡A clamar a Dios, de todo corazón!  ¡A balbucear en su presencia, “Padre, Padre, Padre Nuestro”!

 

 

Hijos de Dios

 

ADEMÁS DE ESAS BENDICIONES ESPIRITUALES que llegaron con Cristo, hay muchas otras bendiciones que elcristiano goza por el hecho de ser creyente. No son bendiciones que todo el mundo goza nada más por vivir en este mundo, sino que son las que se derivan de una relación de fe con Cristo. Son bendiciones que solo se gozan cuando uno acepta a Cristo como Señor y Salvador. Se disfrutan por el hecho de ser un hijo de Dios.
Ahora, teológicamente hablando, no todos somos hijos de Dios. Aunque en un sentido genérico todos seamos parte de la familia de Dios. Todos descendemos de Adán, que fue hijo de Dios, y en este sentido, todos somos hijos de Dios. Como tales, gozamos muchas cosas que nos da. Para eso, no necesitamos ni siquiera reconocer que Dios nos las da. El Señor dijo: «Su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos» (Mat. 5: 45). Todos comemos los frutos de la tierra y respiramos el aire que Dios proveyó. Todos bebemos el agua refrescante y gozamos de un sinfín de cosas en la naturaleza creada. Son las bendiciones generales que Dios imparte por igual.
Pero hay algunas personas en este mundo que son hijos de Dios de una manera más particular. Escribió el apóstol Juan: «Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios» Juan 1: 12). Esta es una declaración teológica. Quiere decir que únicamente quienes creen y aceptan a Jesús de Nazaret como el enviado de Dios, son hijos suyos. Si una persona no acepta a Cristo, no es hijo de Dios, y no puede gozar las bendiciones particulares que él da a sus hijos.

Más bendiciones del espíritu

Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él (Efesios 1:4).

COMO SERES HUMANOS, gozamos muchas bendiciones que Dios, el Creador, ha esparcido en el mundo. Pero como hijos particulares de Dios, gozamos una serie de bendiciones que solo se disfrutan por medio de Cristo, es decir, de nuestra fe en él. ¿Cuáles son?
No nos referimos a las bendiciones materiales que todo el mundo puede tener. Como hijos de Dios en Cristo, Dios nos da muchas bendiciones materiales. Pero estas también las disfrutan otros que no son hijos especiales de Dios. Frecuentemente, hablamos de las bendiciones que nos da, y nos referimos a bendiciones materiales. Le damos gracias por esas bendiciones, y está bien, porque Dios es generoso y bueno con sus hijos. Le damos gracias por darnos un techo para guarecernos del sol y la lluvia, paredes que nos protegen del viento y el frío, ropa para cubrirnos, el alimento que nos sostiene, el trabajo con el que nos ganamos la vida, la salud que disfrutamos, la vida que nos da y del aire que respiramos. Todas son bendiciones preciosas que Dios nos da. Pero también las gozan los que no son hijos particulares de Dios, quienes a menudo las tienen en forma más abundante.
Pero hay ciertas bendiciones que son de naturaleza espiritual, que pasan frecuentemente desapercibidas para los hijos de Dios y que, sin embargo, solamente ellos pueden gozar. Nadie más puede tener la dicha de gozarlas, porque, como hemos dicho, se derivan de nuestra relación de fe con Cristo. Esta relación trae bendiciones particulares en su estela. Es paradójico que sean las menos reconocidas, y por las que menos agradecen, los hijos de Dios. No porque seamos ingratos o malagradecidos, sino porque las damos por sentadas.

Que Dios te bendiga,

 

confía en Dios
confía en Dios

REFELXION

Cuando Ketu cumplió los 12 años, fue enviado a un maestro de teología, con el cual estudió hasta completar sus 24 años de edad, al terminar su aprendizaje, volvió a su casa lleno de orgullo.

Su padre le preguntó: ¿cómo podemos conocer aquello que no vemos?, ¿Cómo podemos saber que Dios está en todas partes? ¿Cómo sé que Dios existe?

El chico comenzó a recitar las sagradas escrituras, pero su padre lo interrumpió:

-esto es muy complicado, ¿no habrá una forma mas simple de entender sobre la existencia de Dios?-

-no que yo sepa pade mío, hoy en dia soy un hombre culto, y para explicar los misterios de la sabiduría divina necesito usar lo que aprendí-

Tomando a Ketu de la mano, lo llevó a la cocina, llenó una vasija con agua y un poco de sal.

Luego salieron a dar una vuelta, cuando regresaron del pueblo, el padre pidió a Ketu: -trae la sal que coloqué en la vasija-

Ketu la buscó, pero no la encontró porque ya se había disuelto en el agua.

-entonces, ¿ya no ves la sal?, preguntó el padre.

-no, la sal está invisible-

Prueba un poco de agua de la superficie de la vasija.

-está salada padre-

-Ahora prueba del medio de la vasija-

-Está tan salada como la de la superficie-

-Y ahora prueba del fondo de la vasija-

ketu probó y el gusto era el mismo de antes.

Has estudiado durante años y no consigues explicar con simplicidad, como Dios existe, es invisible y está en todas partes?

llenando una vasija con agua y llamando a Dios “SAL”, cualquiera puede explicar que Dios es invisible, pero real; que nos usa como vasijas para llevarlo dentro y para hacer saber a los demás que el no cambia, es el mismo arriba, abajo o en medio… (colosenses 1:15)(lamentaciones 4:2)(hebreos 7:24)

 



Cómo conocer la voluntad de Dios en mi vida

 

Cómo conocer la voluntad de Dios en mi vidaNuestra vida consiste en una serie de decisiones. Aunque algunas son de poca importancia, otras tienen gran significado y traen consecuencias de largo alcance.

En cierto momento, cada uno de nosotros define su postura con respecto a tres asuntos fundamentales. Primero, decidimos el papel que Dios y la religión tendrán en nuestra vida. Segundo, escogemos la carrera o profesión con que nos ganaremos el sustento diario. Tercero, resolvemos si nos casaremos o no y quién será la persona con quien formaremos un hogar.  LEER MAS