Como hablan de jesus

"Cómo hablaban de Jesús quienes lo conocieron físicamente y cómo reaccionó a su mensaje la sociedad romana".

Para ello ha podido utilizar más referencias históricas de las que perviven sobre figuras de cuya existencia nadie duda, como Platón o Sócrates: "En contra de los tópicos, la figura de Cristo se puede reconstruir con fuentes históricas", asegura el historiador, entre las que citó el Nuevo Testamento, la literatura rabínica y a los historiadores romanos Flavio Josefo, Tácito y Suetonio. 2004-10-12

Don César VIDAL- dr. Historia antigua, filósofo y teólogo (escritor y comentarista).

 


 

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…de referencias históricas sobre las Escrituras y cristianismo…

 

Unas 300 referencias proféticas en el Antiguo Testamento sobre Jesús y fueron cumplidas: eso es un facto histórico.

 

Existen actualmente unos 2500 papiros de la Biblia-evangelios’ y ya algunos del año 40-50 después de Cristo.

 

De la guerra de las Galias, de César, solo tenemos dos copias y aparecen unos 900 años después.

 

 

De ‘La Ilíada’ de  Homero existen 3 copias y aparecen unos 1500 años después.

 

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Unas consideraciones sobre el cristianismo

 

5 de Enero de 2009 - 10:33:56 - Pío Moa

El relato evangélico es de un extremo dramatismo. La aversión despertada por Jesús fue tal que unió contra él a fariseos y saduceos. Éstos, valiéndose de la traición de Judas, uno de los discípulos de Jesús, le prendieron en Jerusalén, lo maltrataron y acusaron de blasfemia a fin de justificar su ejecución. Pero como este cargo no interesaba a las autoridades romanas, únicas que podían condenar a muerte (principio no siempre cumplido), los acusadores urdieron el argumento de que, al declararse mesías, atentaba contra el poder romano, dando al título de mesías un carácter político tradicional, que en realidad Jesús rechazaba, como ellos sabían. Lo presentaron así ante el gobernador romano, Pilato o Pilatos, la autoridad real al lado o por encima del rey colaboracionista Herodes Agripa. Pilatos no halló a Jesús culpable, pero ante la furia e insistencia de los sacerdotes y la multitud soliviantada por ellos, optó por darles a elegir entre liberar a Jesús o a un bandido o rebelde llamado Barrabás. Los sacerdotes y la multitud exigieron liberar a Barrabás, y entonces Pilatos se lavó las manos, en señal de inocencia por lo que iba a venir, pero aceptando la condena del reo.

Jesús, que ya había sido brutalmente maltratado por soldados romanos recibió sentencia de crucifixión, una ejecución extremadamente cruel, lenta y afrentosa, al parecer de origen persa y que habían adoptado los romanos de los cartagineses. El reo fue azotado y cubierto con un manto rojo, coronado de espinas y obligado a sostener en la mano una caña a modo de cetro, entre golpes y burlas. A continuación hubo de llevar la cruz a cuestas, pese a su debilidad y pérdida de sangre, hasta el lugar de la ejecución, sobre un montículo llamado Gólgota (o de la Calavera, por su forma). Allí fue crucificado entre dos ladrones y bajo un cartel que lo proclamaba "Rey de los judíos" (INRI) por burla o, según otra versión, por exponer la causa legal de la ejecución. Según la tradición, tenía 33 años al morir.

Hasta aquí, el relato se expone a la crítica historiográfica (dejando aparte los milagros que acompañaron la predicación, materia de creencia). La vida de Jesús es conocida por los Evangelios, cuatro admitidos por la Iglesia. En pro de su posible falsedad se han argüido discrepancias entre ellos, y la tardía composición de los mismos (poco tardía: entre 35 y 60 años después de la crucifixión, posiblemente anterior alguno de ellos), y la casi inexistente referencia a Jesús en testimonios e historias no cristianos. Sin embargo las discrepancias entre los evangelios tienen relevancia menor y se explican por el previo carácter oral de la tradición: lo anormal sería que coincidiesen plenamente. La considerable distancia entre el evangelio de Juan y los demás puede interpretarse como diferencia, más bien que discrepancia, al menos en puntos esenciales. La escasez de otras referencias contemporáneas es normal: dentro de la vida del imperio se trataba de unos hechos poco relevantes, periféricos con respecto a los centros de poder y cultura, sin contar la pérdida de gran cantidad de documentación de aquellos siglos:   las referencias a hechos y personajes de la Antigüedad, de quienes tenemos pocas dudas, provienen en su mayoría de documentos mucho más tardíos, transcritos –es de esperar que no inventados– ya en la Edad Media. Los evangelios ofrecen –exceptuando actos sobrenaturales– un panorama vívido de la época y el país, muy reconocible por cuanto sabemos al respecto, lo que aboga en pro de su básica fidelidad histórica. Suena muy improbable la idea de un grupo de estafadores poniéndose de acuerdo para inventar una leyenda semejante, de la que no iban a sacar ningún rendimiento material, más bien al contrario.     

En aquel momento, la predicación de Jesús terminó en un fracaso degradante, los escasos discípulos, desconcertados y atemorizados, empezaron a dispersarse, y allí debió haber concluido todo. Pero según el relato evangélico que, obviamente, no entra en el terreno histórico sino en el de la fe, Jesús, el Mesías o Cristo, resucitaría al tercer día, se presentaría a María Magdalena y a otras mujeres discípulas suyas y luego a los discípulos. La resurrección significaba la victoria sobre el Mal. A partir de ahí comienza la expansión de la nueva doctrina, reafirmada y sistematizada por un apóstol algo posterior, Pablo de Tarso, originariamente un fariseo fanático y perseguidor de los cristianos, que no había conocido a Jesús.

Lo nuevo de la doctrina de Jesús, según quedó indicado, consistía en la autoatribución del carácter divino, como Hijo de Dios. Como tal, su peripecia en la vida asumía los pecados de los hombres, condensados en el castigo y la crucifixión injustamente impuestas, y con ello los redimía del pecado original de Adán y Eva, constitutivo de la humanidad; una redención difícil de interpretar, porque las consecuencias de dicho pecado persistían, y quizá Jesús mostraba solo el camino para superarlas. Aportaba la "salvación", una salvación espiritual y universal, no ya política y limitada al pueblo judío, como pronto se establecería. No era una doctrina sentimental, sin embargo, pues Jesús admitía que sus prédicas desatarían la violencia, en aparente paradoja: "No he venido a traer la paz, sino la espada, porque yo he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y la nuera de su suegra..." (Mateo, 10, 34). Por la espada cabría entender su doctrina, difícilmente aceptada y a menudo violentamente rechazada. 

Tanto el relato fundacional como el personaje fundador difieren grandemente de los de otras grandes religiones hoy todavía existentes –salvo en el hecho de que su gran éxito ocurre en todas tras la muerte del fundador–. Ningún otro creador de una religión parece haberse presentado como hijo de Dios, y su predicación tampoco adquirió, ni de lejos, el carácter trágico de la de Jesucristo ni provocó reacciones tan extremas en sus medios sociales y políticos. Sidarta o Sidharta, príncipe de origen nepalí, anterior a Jesús en más de cinco siglos, aunque con una historia abundante en milagros, se proclamó o fue proclamado solamente Buda, es decir "Despierto" o "Iluminado", o "Sabio". Abandonó sus riquezas, esposa e hijo, para alcanzar la iluminación viviendo ascéticamente como un mendigo, predicó con relativo éxito y sin especiales problemas por parte de los poderes políticos, murió a los 80 años, de alguna indigestión o intoxicación, y su doctrina cobraría gran impulso, sobre todo desde que Asoka la convirtió prácticamente en religión oficial. Confucio, contemporáneo de Buda en China, fue un funcionario sin pretensión de otra cosa y tuvo altibajos en sus tentativas de que algún príncipe adoptara sus enseñanzas; pero gozó siempre de respeto como hombre sabio y justo, y falleció apaciblemente a los 72 años. Le decepcionó la actitud de sus contemporáneos, pero sus prédicas conocerían una aceptación muy grande cuando diversos gobernantes las entendieron como un instrumento excelente de orden y buen gobierno. La historia de Lao Tse, Viejo Maestro, acaso contemporáneo de Confucio o dos siglos posterior, entra en la leyenda y tampoco tiene paralelismo con la de Jesús: algo amargado por el poco eco de sus enseñanzas, saldría de China internándose en algún país bárbaro. Solo tras su desaparición conocerían el éxito sus doctrinas. El destino de Mahoma tampoco tuvo que ver con el de Jesús. Libertaddigital.com Esp.

 

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CONTEXTO HISTÓRICO DE JESUCRISTO

BREVÍSIMO EXPUESTO SOBRE LA FIGURA

HISTÓRICA DE JESUCRISTO

  

 

 

CÉSAR AUGUSTO – EMPERADOR ROMANO

  

¿Sabemos si Jesús fue una persona que realmente existió?


     ¡Sí! Para cualquier historiador imparcial, los datos acerca de Jesús son tan claros y evidentes como los relativos a César Augusto. En el Nuevo Testamento existen documentos que lo describen con precisión, pero también hay decenas de manuscritos antiguos que, sin pertenecer a la Biblia, confirman que Jesús fue una auténtica figura histórica que habitó en Palestina a principios del primer siglo de nuestra era.


     En cuanto al testimonio ofrecido por múltiples recuentos antiguos acerca de Jesús, la Enciclopedia Británica afirma:


• «Dichos datos, independientes entre sí, demuestran que en tiempos antiguos ni siquiera los adversarios del cristianismo pusieron alguna vez en duda la existencia histórica de Jesús.

 



  Cayo Octavio Coepio (63 a.C.-14 d.C.), primer emperador de Roma (27 a.C.-14 d.C.), restauró la unidad y puso en orden el gobierno romano tras casi un siglo de guerras civiles. Gobernó con el nombre de Cayo Julio César Octavio Augusto durante un periodo de paz, prosperidad y desarrollo cultural conocido como la era Augusta.

 



Caius Julius Caesar Octavianus Augustus
Emperador del 27 a.C. al 14 d.C.

  

 

  

Nació el 23-09-63 a.C. en las cercanías de Roma
Murió el 19-08-14 d.C. en Nola
(cerca del actual Nápoles)

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Hil.lel. (c. 70 a.Cristo – 10 d.Cristo), rabino y maestro judío, el primer erudito que sistematizó la insterpretación de la ley escrita; contemporáneo de Cristo.

 

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"Tú, Belén, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel, y Sus salidas son desde el principio, desde los días de la   eternidad" (Miqueas :2).

 

 

                      

The Nativity
Monastery of Daphni (Attica), 11th c.

   

Si bien sus padres terrenales vivían en el pueblo de Nazaret, a 150 Kms. al norte de Belén, un decreto emanado de Roma exigió que todas las familias retornaran a sus lugares de origen para cumplir con un censo que se llevaba a cabo en todo el imperio. Aquel decreto se dio a conocer poco antes de que a María se le cumpliera el plazo del embarazo.

  

 

 

  De este modo, Dios se valió de un emperador romano, César Augusto, para contribuir al cumplimiento de la profecía de Miqueas. José y María marcharon a Belén, y apenas llegar, María empezó a tener dolores de parto. Así pues, la Biblia indica que "Jesús nació en Belén de Judea" (Mateo 2:1), en estricto cumplimiento de la predicción del profeta Miqueas.


     En su profecía, Miqueas decía también que el Mesías "era desde el principio, desde los días de la eternidad". El propio Jesús dijo: "Antes que Abraham fuese —aprox. 2.000 a.C.— YO SOY" (Juan 8:58). Abraham fue el antepasado común de judíos y árabes, y vivió unos dos mil años antes de que Jesús naciera de María. Por lo tanto, en ese caso Jesús se refería a Su pre-existencia con Dios antes de asumir la naturaleza humana.

 

 

 

Tiberio Claudius Nero

 Palestina estaba sometida al poder romano, desde el año 63 a.C., cuando las legiones de Pompeyo tomaron la ciudad de Jerusalén. Y esta pasó a formar parte de la provincia de Siria.

 

 

 

El sucesor de Augusto nació en Roma el 42 antes de C, era hijo de Livia y Tiberio Claudio Nero, sobrino pues de Augusto. Tuvo dos esposas Vipsania Agripina y Julia, hijos tuvo a Nero Claudius Druso con Vipsania y un hijo con Julia muero al poco e nacer. Gobernó del 14 al 37 y murió, presumiblemente estrangulado en Misenum en marzo del 37.

 

 

 

Tiberivs Clavdivs Nero
19/08/14 - 16/03/37



Cristo Jesús, el Mesías, Rey de los judíos.

Cristo -  Hijo de Dios hecho carne en María Virgen – sufre la pasión y  muerte.

 

 


Bajo el poder Poncio Pilatos, y al tercer día

 

 

 

Resucita, durante la administración de Tiberio. 


  Desde hace dos mil años la Iglesia fundada por Cristo –con sede temporal sobre la tumba del apóstol Pedro en la colina vaticana, Roma,  predica la fe de Jesucristo:  “y las puertas del mal no prevalecerán contra ella”. Es una historia ininterrumpida de negaciones, traiciones a igual de martirios y santidad.

 

 

 

  Lo que certifica que el amor del Dios misericordioso es fiel,  está por encima de la miseria humana y es capaz de perdonar hasta la acción más ruin.

 

El Señor ya lo dijo claro:
 “YO ESTARÉ SIEMPRE CON VOSOTROS.”

 

 

Y ahora, Tu Iglesia católica, ya no tiene miedo; cree en tu promesa, Señor.


”POR VUESTRAS OBRAS CONOCERÁN QUE SOIS MIS DISCÍPULOS.”  
”LA VERDAD OS HARÁ LIBRES.”  
”NO TENGÁIS MIEDO”,  
”YO HE VENCIDO AL MUNDO”.

”OS HE DICHO LA VERDAD”. Jesús en S. Jn.8,40

 

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¿EXISTIÓ REALMENTE JESUCRISTO?

 

Dos razones justifican el planteamiento de este problema; de hecho se ha negado la existencia histórica de Jesucristo, aunque hoy día nadie la niega aún en el campo racionalista.

Una segunda razón es el hecho mismo del culto que se da a Cristo a fuerza de idealizar su figura humana en el arte y el culto, parece que se aleja de la realidad histórica.

 

1. LA NEGARON.

Negaron la existencia histórica Dupuis (1743-1809) y Volney (1757-1820). Bruno Bauer enseña durante cuarenta años (1840-1880) que todas las figuras del cristianismo primitivo son ficciones literarias. Kalthoff, muerto en 1906, afirmó que el cristianismo no debe su origen a Cristo, sino a las condiciones sociales del siglo II. Jensen, H.Zimmern, H; Wickier acuden a las tradiciones asirobabilónicas para explicar la creación de Cristo. John Mackinson se apoya en las tendencias politeístas del pueblo judío. William Benjamín Smith apela a una secta pre-cristiana que tenia un dios llamado Jesús.

 

Arturo Drews publicó en 1909 su primera obra contra la existencia histórica de Jesús. Cuando reanudó sus publicaciones en 1921, después de la primera guerra mundial, no tuvo la misma acogida. Sus publicaciones nihilistas llegaron hasta 1927, pero sin que la ciencia las tomara en serio. En Francia y Bélgica tuvo gran resonancia la obra de L. Couchoud, publicada en París en 1924 con el título "Le mystére de Jesús". Los adversarios de la existencia histórica no aportan razones históricas. Forman su teoría a base de los datos que recogen de la historia de las religiones comparadas con la vida y la teología de Cristo. Esto explicaría, por otra parte, por qué los estados civiles laicistas fomentan la enseñanza de la "Historia de las Religiones".... La crítica liberal del siglo SEX y la Escuela de la Historia de las Formas nunca tomaron en serio la inexistencia histórica de Jesús. R. Bultrnann, el crítico que más avanza en el negativismo histórico, no puede menos de reconocer como un hecho la existencia de Jesús, aunque reduce su historia al mínimo.

 

2.- LA ARQUEOLOGÍA DICE QUE SI.

Para negar la existencia histórica de Jesús hay que renunciar no sólo a la literatura cristiana, sino a parte de la no cristiana, y sumergir en el misterio de lo inexplicable lo que hoy llamamos "cultura occidental". La geografía de Palestina, con sus múltiples excavaciones y hallazgos arqueológicos, que van sacando a la luz los monumentos cristianos del período romano y bizantino, son un monumento insobornable del paso de Jesús por la tierra.

 

3.- LOS CUATRO EVANGELIOS.

Los cuatro Evangelios, estudiados como ningún otro libro, son escritos muy cercanos a los días de Jesús, que ascienden a sus propios discípulos.

 

4.- PABLO.

Nació algunos años más tarde que Jesús y recogió todo el ambiente judío y jerosolomitano conmovido por la predicación y los hechos del profeta de Nazaret. Con que se admita una sola de sus cuatro grandes cartas, donde habla de los primeros apóstoles, de los parientes de Cristo, de su vida y estado, de las cuestiones y controversias relacionadas con las primitivas cristiandades, habrá que rechazar como impropios de la ciencia los conatos de deshacer la existencia histórica de Jesús.

 

5.- ESCRITOS CRISTIANOS DE LOS SIGLOS I Y II.

Los escritos extracanónicos de fines del siglo I y principios del II están todos llenos de lo que Pablo llamaba "La ciencia de Cristo crucificado"; el símbolo de los apóstoles, la Didaché, la carta de Bernabé, Clemente Romano, Ignacio de Antioquia, Arístides de Atenas, Aristón de Pella. El filósofo, Justino, natural de Samaría y muerto en el 165 cuando escribe su primera Apología dice que hacía 150 años que había nacido Jesucristo en una cueva cercana a la aldea de Belén y que él había conocido los arados hechos por el carpintero de Nazaret. Orígenes en el siglo III escribe: "Se muestra en Belén la cueva donde nació Jesús. El hecho es público en todo el país. Los paganos mismos saben que en esta gruta nació un cierto Jesús adorado de los nazaremos Tertuliano, que nació en Cartago hacia el año 160, y estaba especializándose en leyes e instituciones romanas, dice que en los documentos oficiales de Roma podía verse la genealogía de Cristo y el nombre de sus padres en el censo realizado en tiempo de Augusto.

 

6.- LA LITERATURA JUDÍA POSCRISTIANA.

No puede prescindir de Jesús, aunque sea sólo para calumniarlo, J. Klausner, profesor en la unidad Hebrea de Jerusalén, escribe una biografía sobre Jesús, que es muy pronto traducida del hebreo al inglés, al alemán y al francés. En la parte que dedica a las fuentes, estudia ampliamente el testimonio de Talmud. M. Coguel, decano de la facultad de teología protestante de París, dedica todo el capítulo II a las fuentes no cristianas sobre Jesús y menciona al Talmud, Flavio Josefo, a Plinio el Joven, Tácito y Suetonio.

 

Flavio Josesfo, historiador judío que escribió hacia el año 90 de nuestra era sus "Antigüedades Judías", menciona en esa obra dos personajes de la historia evangélica: Juan Bautista y Santiago, hermano del Señor. A propósito del primero, indica su muerte por Heredes Antipas; el segundo es llamado "hermano de Jesús, por sobrenombre Cristo".

 

7.- FUENTES ROMANAS.

También aquí los textos son generalmente breves, pues a los autores no les interesaba una Vida de Jesús, pero los autores atestiguan la existencia de Cristo y de una religión fundada por El, lo mismo nos dicen los Evangelios .

 

Suetonio menciona a Cristo a propósito de un edicto del emperador Claudio expulsando a todos los judíos de Roma, por los desórdenes que había promovido el barrio judío a propósito de Cristo. "Claudio expulsó de Roma a los judíos convertidos en una causa permanente de desórdenes a impulsos de un tal Crestos! Acontecimiento que es recordado en los Hechos de los Apóstoles. En el año 52 Pablo encuentra en Corinto a Aquila y Oriscila, recién llegados de Italia: "Por haber decretado Claudio que salieran de Roma todos los judíos" (Hch. 18,2)

 

El mismo historiador hace de paso una mención de los cristianos a propósito de los suplicios a que se les sometía bajo Nerón. "Se infligió a los cristianos, gente dada a la superstición nueva y maléfica".

 

Tácito habla también de los cristianos a propósito del incendio de Roma. Su texto es mucho más importante porque es más circunstanciado. Los menciona relacionándolos con Cristo afirmando que éste fue ejecutado en Judea bajo Tiberio, por orden del procurador Poncio Pilato: "Este nombre les viene de Cristo a quien, bajo el principado de Tiberio, Poncio Pilato entregó al suplicio; esta detestable superstición, reprimida por el momento, se manifestó de nuevo, no sólo en Judea, donde había nacido el mal, sino también en Roma, a donde afluye y encuentra numerosa clientela todo lo que hay de horrible y vergonzoso en el mundo".

 

Plinio el Joven, gobernador de Bitnia, en una carta al emperador Trajano le pregunta qué conducta ha de seguir respecto a los cristianos de su provincia. A este propósito, indica el resultado de la encuesta que ha hecho como consecuencia de numerosas denuncias: "Afirmaba tener costumbre de reunirse en días fijos, antes de salir el sol, para cantar a Cristo, considerado como Dios. Un cántico alternado, y comprometerse por juramento a no cometer crimen ninguno sino abstenerse del robo, asesinato, adulterio, infidelidad... Después de esto se separaban para volver a tomar un alimento común e inocente".

 

A estas fuentes literarias se podría añadir el descubrimiento epigráfico hecho recientemente en el litoral palestinense, en Cesárea, y lleva el nombre de "Pontius Pilatus". Es la primera vez que se halla mencionado su nombre fuera de las fuentes literarias que están relacionadas casi todas con Cristo.

 

8. LA IGLESIA VIVIENTE.

La existencia de la Iglesia actual prueba la existencia de Cristo, pues ésta no se explica sin Aquél. Cristo es la causa de la existencia de la Iglesia como sociedad y él recuerdo siempre presente en su culto. "La Iglesia cristiana es una de las realidades de nuestro tiempo que podrá agradar o no, pero no puede ignorar ningún observador inteligente del panorama contemporáneo. Por tanto, cuando tratamos de estudiar los acontecimientos de los que surgió el papel que desempeñó en ellos su fundador, no procedemos como los arqueólogos, que reconstruyen un organismo extinguido. Los acontecimientos forman parte del edificio viviente de una sociedad contemporánea, cuya dependencia de su fundador es un rasgo permanente de su continuada existencia". (C.H.Dodd)

 

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Las referencias históricas sobre Jesús

 

Por CÉSAR VIDAL, historiador y filósofo.

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos Mateo, Marcos, Lucas y Juan, el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús.

 

A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes cristianas y heréticas resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas.

 

Las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano y porque de manera un tanto injustificada son ocasionalmente las únicas conocidas incluso por personas que se presentan como especialistas en la Historia del cristianismo primitivo.

 

La primera de esas referencias la hallamos en Tácito. Nacido hacia el 56-57 d. de C., Tácito desempeñó los cargos de pretor (88 d. de C.) y cónsul (97 d. de C.) aunque su importancia radica fundamentalmente en haber sido el autor de dos de las grandes obras históricas de la Antigüedad clásica: los Anales y las Historias. Fallecido posiblemente durante el reinado de Adriano (117-138 d. de C.), sus referencias históricas son muy cercanas cronológicamente en buen número de casos. Tácito menciona de manera concreta el cristianismo en Anales XV, 44, una obra escrita hacia el 115-7. El texto señala que los cristianos eran originarios de Judea, que su fundador había sido un tal Cristo resulta más dudoso saber si Tácito consideró la mencionada palabra como título o como nombre propio ejecutado por Pilato y que durante el principado de Nerón sus seguidores ya estaban afincados en Roma donde no eran precisamente populares.

 

La segunda mención a Jesús en las fuentes clásicas la encontramos en Suetonio. Aún joven durante el reinado de Domiciano (81-96 d. de C.), Suetonio ejerció la función de tribuno durante el de Trajano (98-117 d. de C.) y la de secretario ab epistulis en el de Adriano (117-138), cargo del que fue privado por su mala conducta. En su Vida de los Doce Césares (Claudio XXV), Suetonio menciona una medida del emperador Claudio encaminada a expulsar de Roma a unos judíos que causaban tumultos a causa de un tal "Cresto". Los datos coinciden con lo consignado en algunas fuentes cristianas que se refieren a una temprana presencia de cristianos en Roma y al hecho de que en un porcentaje muy elevado eran judíos en aquellos primeros años. Por añadidura, el pasaje parece concordar con lo relatado en Hechos 18, 2 y podría referirse a una expulsión que, según Orosio (VII, 6, 15) tuvo lugar en el noveno año del reinado de Claudio (49 d. de C.). En cualquier caso no pudo ser posterior al año 52.

 

Una tercera referencia en la Historia clásica la hallamos en Plinio el Joven (61-114 d. de C.). Gobernador de Bitinia bajo Trajano, Plinio menciona en el décimo libro de sus cartas a los cristianos (X, 96, 97). Por sus referencias sabemos que consideraban Dios a Cristo y que se dirigían a él con himnos y oraciones. Gente pacífica, pese a los maltratos recibidos en ocasiones por parte de las autoridades romanas, no dejaron de contar con abandonos en sus filas.

 

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío nos encontramos con la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.) y perteneciente a una distinguida familia sacerdotal cuyos antepasados según la información que nos suministra Josefo se remontaban hasta el periodo de Juan Hircano, este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras encontramos referencias relacionadas con Jesús. La primera se halla en Ant, XVIII 63, 64 y su texto en la versión griega es como sigue:

 

"Vivió por esa época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre. Porque fue hacedor de hechos portentosos, maestro de hombres que aceptan con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Era el Mesías. Cuando Pilato, tras escuchar la acusación que contra él formularon los principales de entre nosotros lo condenó a ser crucificado, aquellos que lo habían amado al principio no dejaron de hacerlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas estas y otras maravillas acerca de él. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos" (Ant XVIII, 63-64).

 

El segundo texto en Antigüedades XX, 200-3 afirma:

 

"El joven Anano... pertenecía a la escuela de los saduceos que son, como ya he explicado, ciertamente los más desprovistos de piedad de entre los judíos a la hora de aplicar justicia. Poseído de un carácter así, Anano consideró que tenía una oportunidad favorable porque Festo había muerto y Albino se encontraba aún de camino. De manera que convenció a los jueces del Sanhedrín y condujo ante ellos a uno llamado Santiago, hermano de Jesús el llamado Mesías y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la Ley y ordenó que fueran lapidados. Los habitantes de la ciudad que eran considerados de mayor moderación y que eran estrictos en la observancia de la Ley se ofendieron por aquello. Por lo tanto enviaron un mensaje secreto al rey Agripa, dado que Anano no se había comportado correctamente en su primera actuación, instándole a que le ordenara desistir de similares acciones ulteriores. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, que venía de Alejandría, y le informaron de que Anano no tenía autoridad para convocar el Sanhedrín sin su consentimiento. Convencido por estas palabras, Albino, lleno de ira, escribió a Anano amenazándolo con vengarse de él. El rey Agripa, a causa de la acción de Anano, lo depuso del Sumo sacerdocio que había ostentado durante tres meses y lo reemplazó por Jesús, el hijo de Damneo".

 

Ninguno de los dos pasajes de las Antigüedades relativos al objeto de nuestro estudio es aceptado de manera generalizada como auténtico, aunque es muy común aceptar la autenticidad del segundo texto y rechazar la del primero en todo o en parte. El hecho de que Josefo hablara en Ant XX de Santiago como "hermano de Jesús llamado Mesías" una referencia tan magra y neutral que no podría haber surgido de un interpolador cristiano hace pensar que había hecho referencia a Jesús previamente. Esa referencia anterior acerca de Jesús sería la de Ant XVIII 3, 3. La autenticidad de este pasaje no fue cuestionada prácticamente hasta el siglo XIX ya que, sin excepción, todos los manuscritos que nos han llegado lo contienen. Tanto la limitación de Jesús a una mera condición humana como la ausencia de otros apelativos hace prácticamente imposible que su origen sea el de un interpolador cristiano. Además, la expresión tiene paralelos en el mismo Josefo (Ant XVIII 2, 7; X 11, 2). Seguramente también es auténtico el relato de la muerte de Jesús, en el que se menciona la responsabilidad de los saduceos en la misma y se descarga la culpa sobre Pilato, algo que ningún evangelista (no digamos cristianos posteriores) estaría dispuesto a afirmar de forma tan tajante, pero que sería lógico en un fariseo como Josefo y más si no simpatizaba con los cristianos y se sentía inclinado a presentarlos bajo una luz desfavorable ante un público romano.

 

Otros aspectos del texto apuntan asimismo a un origen josefino: la referencia a los saduceos como "los primeros entre nosotros"; la descripción de los cristianos como "tribu" (algo no necesariamente peyorativo) (Comp. con Guerra III, 8, 3; VII, 8, 6); etc. Resulta, por lo tanto, muy posible que Josefo incluyera en las Antigüedades una referencia a Jesús como un "hombre sabio", cuya muerte, instada por los saduceos, fue ejecutada por Pilato, y cuyos seguidores seguían existiendo hasta la fecha en que Josefo escribía. Más dudosa resulta la clara afirmación de que Jesús "era el Mesías" (Cristo); las palabras "si es que puede llamársele hombre"; la referencia como "maestro de gentes que aceptan la verdad con placer" posiblemente sea también auténtica en su origen si bien en la misma podría haberse deslizado un error textual al confundir (intencionadamente o no) el copista la palabra TAAEZE con TÁLESE; y la mención de la resurrección de Jesús. En resumen, podemos señalar que el retrato acerca de Jesús que Josefo reflejó originalmente pudo ser muy similar al que señalamos a continuación: Jesús era un hombre sabio, que atrajo en pos de si a mucha gente, si bien la misma estaba guiada más por un gusto hacia lo novedoso (o espectacular) que por una disposición profunda hacia la verdad. Se decía que era el Mesías y, presumiblemente por ello, los miembros de la clase sacerdotal decidieron acabar con él entregándolo con esta finalidad a Pilato que lo crucificó. Pese a todo, sus seguidores, llamados cristianos a causa de las pretensiones mesiánicas de su maestro, DIJERON que se les había aparecido. En el año 62, un hermano de Jesús, llamado Santiago, fue ejecutado además por Anano si bien, en esta ocasión, la muerte no contó con el apoyo de los ocupantes sino que tuvo lugar aprovechando un vacío de poder romano en la región. Tampoco esta muerte había conseguido acabar con el movimiento.

 

Aparte de los textos mencionados, tenemos que hacer referencia a la existencia del Josefo eslavo y de la versión árabe del mismo. Esta última, recogida por un tal Agapio en el s. X, coincide en buena medida con la lectura que de Josefo hemos realizado anteriormente, sin embargo, su autenticidad resulta problemática. Su traducción al castellano dice así:

 

"En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas".

 

En cuanto a la versión eslava, se trata de un conjunto de interpolaciones no sólo relativas a Jesús sino también a los primeros cristianos.

Dr.César VIDAL-historiador escritor publicando mas de 100 libros; RD.18.IV.MMIII

 

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JESÚS HISTÓRICO - investigación sobre

el Niño Jesús Entrevista al vaticanista

 

Andrea Tornielli, autor de un libro sobre el tema 

ROMA, domingo, 11 diciembre 2005 .- ¿Quién era verdaderamente Jesús? ¿Existió realmente o su historia es un invento piadoso? A estas y otras preguntas intenta responder Andrea Tornielli, vaticanista del diario italiano «Il Giornale», con el libro «Investigación sobre el Niño Jesús» recién publicado en su país «Inchiesta su Gesù Bambino» [gribauid]). 

Para comprender las conclusiones a las que llega el libro, que será presentado en Roma en la Universidad Católica, el próximo 13 de diciembre, Zenit ha entrevistado al autor. 

--¿Cómo nace este libro? 

--Andrea Tornielli: El libro es una investigación periodística que, en lugar de tener como objeto un suceso actual, trata de seguir con los mismos criterios una noticia --mejor todavía, una «buena noticia»--, sucedida hace dos mil años: el nacimiento de Jesús en Belén, el acontecimiento que ha dividido en dos la historia de la humanidad. 

--¿A qué conclusiones ha llegado al final de su investigación? 

--Andrea Tornielli: He intentado responder a las clásicas preguntas contenidas en los manuales de periodismo: quién, qué, dónde, cuándo y por qué. Lamentablemente, también en el campo de la exégesis cristiana se tiende a menudo a considerar los Evangelios, y en concreto los evangelios de la infancia, escritos por Mateo y Lucas, como construcciones «teológicas» posteriores, llenas de símbolos que tienen muy poco que ver con la realidad. Con mi investigación, he tratado de demostrar en cambio que incluso los evangelios de la infancia tienen importantes enganches con la historia, y que los hechos relatados en esas páginas se inscriben muy bien en el contexto histórico, geográfico y cultural de la época. 

--¿Puede dar un ejemplo concreto? 

--Andrea Tornielli: Quien sostiene que los evangelios son una construcción intelectual de los «inventores» de la religión cristiana, de los «creadores» del mito de Cristo, debería explicar por qué estos inventores han dado a su mítico fundador, identificado como el Hijo de Dios, un nombre como el de Jesús, es decir, uno de los nombres más comunes de la Palestina de entonces. Sería como si hoy alguien en Italia fundara una nueva religión llamando a su Dios «Mario Rossi» (nombre tan frecuente en Italia como en España José García, ndr.). 

Si de verdad los Evangelios fueran una invención, quien los escribió habría buscado un nombre más raro y original para el Mesías. 

Otro ejemplo es el de los pastores: Lucas nos los presenta como los primeros adoradores del Niño de Belén. Para la sociedad de entonces, los pastores nómadas que vivían en las afueras de las ciudades, eran una clase poco recomendable. Se los consideraba ladrones que vivían de día y de noche con sus animales y que no se lavaban. Su palabra no tenía ningún valor en un tribunal. Algo similar sucederá en el momento de la Resurrección, un hecho del que las primeras testigos son mujeres. Tampoco ellas podían testificar en un tribunal porque, para la cultura judía antigua, su palabra no tenía valor. ¿Qué «inventores» habrían elegido testigos tan poco fiables como primeros testigos del nacimiento del Hijo de Dios y de su Resurrección? 

--¿Podemos decir, por tanto, que la historicidad de la figura de Jesús de Nazaret emerge también de los Evangelios de la Infancia? 

--Andrea Tornielli: A pesar de que haya quien sostiene lo contrario, también los dos relatos evangélicos de la infancia muestran serios y concretos enganches con la historia de la época. Basta pensar en el relato de Mateo, más antiguo que el de Lucas, y probablemente proveniente de la tradición familiar de José. El evangelista no oculta para nada la confusión causada por el embarazo de María, antes de que se celebrara la boda con José y vivieran bajo el mismo techo. Si de verdad los Evangelios fueran una invención de la primera comunidad cristiana, ¿por qué no censurar este detalle o, más sencillamente, anticipar en unos días el anuncio del ángel a José, evitando el mal rato de aquel embarazo que lleva al carpintero a tomar la decisión de repudiar en secreto a su prometida? ZS05121101

 

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Primeros Documentos Históricos sobre Jesucristo.

 

Los documentos históricos que se refieren a la vida y obra de Cristo pueden dividirse en tres clases: fuentes paganas, fuentes judías y fuentes cristianas. Estudiaremos las tres seguidamente.

 

Fuentes paganas

Tácito

Suetonio

Plinio el Joven

Otros escritores paganos

Fuentes judías

Filo

Josefus Otras fuentes judías

Fuentes cristianas

 

I. Fuentes Paganas

Las fuentes no cristianas sobre la verdad histórica de los Evangelios son escasas y están contaminadas de odio y prejuicio. Existe un número de razones que se han propuesto para explicar esta condición en las fuentes paganas:
El campo en donde se desarrolla la historia de los Evangelios fue la remota Galilea; Los judíos eran percibidos como una raza supersticiosa, si damos crédito a Horacio (Credat Judoeus Apella, I, Sat., v, 100); El Dios de los judíos era desconocido e incomprensible para la mayoría de los paganos de ese período; Los judíos en cuyo seno la Cristiandad tomó sus orígenes estaban dispersos y eran odiados por todas las naciones paganas; La religión cristiana era a menudo confundida con una de las tantas sectas que habían surgido del judaísmo, y que no podría despertar el interés del espectador pagano.

Es por lo menos cierto que ni los judíos ni los gentiles sospechaban en lo más mínimo la importancia monumental de la religión de cuyo crecimiento eran testigos. Estas consideraciones dan razón de la escasez y aspereza con la que los eventos cristianos son mencionados por los autores paganos. Pero aunque los autores gentiles no nos dan ninguna información sobre Cristo y los primeros estadios de la cristiandad que no tenemos en los Evangelios, y aunque sus afirmaciones son hechas con un odio y desprecio sin disimulo, de todas formas, y sin quererlo, prueban el valor histórico de los hechos relatados por los Evangelistas. No necesitamos demorarnos mucho en un escrito titulado "Los Actos de Pilato", que debe haber existido en el siglo II (Justino, "Apol"., I, 35), y debe haberse utilizado en las escuelas paganas para advertir a los jóvenes contra las creencias cristianas (Euseb., "Hist. Eccl.", I, ix; IX, v); ni necesitamos preguntarnos si existieron realmente las tablas de censo de Quirinius.

A. Tácito

 

Poseemos al menos el testimonio de Tácito (A.D. 54-119) para la aseveración que el Fundador de la religión cristiana, una superstición mortífera a los ojos de los romanos, había sido ejecutado por el procurador Poncio Pilato bajo el reinado de Tiberio.; que Su religión, aunque suprimida por un tiempo, renació nuevamente no solo en toda Judea donde se había originado, pero hasta en Roma, el nudo de convergencia de todas las corrientes de maldad y desvergüenza; lo que es más, que Nerón había desviado de sí mismo las sospechas de la quema de Roma acusando a los cristianos de este crimen; que estos últimos no eran culpables del incendio, aunque merecían su destino en razón de su misantropía universal. Tácito, además, describe algunos de los horribles tormentos a los que Nerón sometía a los cristianos (Ann., XV, xliv). El escritor romano confunde a los cristianos con los judíos, considerándolos una secta judía particularmente abyecta; se puede inferir lo poco que había investigado la verdad histórica de los documentos judíos por la credulidad con la que aceptaba las absurdas leyendas y calumnias sobre los orígenes del pueblo Hebreo. (Hist., V, iii, iv).

B. Suetonio

  

Otro escritor romano que muestra su conocimiento de Cristo y los cristianos es Suetonio (A.D. 75-160). Debe notarse que Suetonio consideraba a Cristo (Chrestus) como un insurgente romano que incitó sediciones bajo el reino de Claudio (A.D. 41-54): "Judaeos, impulsore Chresto, assidue tumultuantes (Claudius) Roma expulit" (Clau., xxv). En su vida de Nerón, considera a este emperador como un benefactor público por su severo tratamiento hacia los cristianos: "Multa sub eo et animadversa severe, et coercita, nec minus instituta . . . . afflicti Christiani, genus hominum superstitious novae et maleficae" (Nero, xvi). El escritor romano no comprende que los problemas con los judíos surgían del antagonismo de los mismos hacia el carácter mesiánico de Jesucristo y hacia los derechos de la Iglesia Cristiana.

C. Plinio el Joven

  

De gran importancia es la carta de Plinio el Joven al Emperador Trajano (cerca del A.D. 61-115), en la cual el Gobernador de Bithynia consulta a su majestad imperial sobre cómo manejar a los cristianos que vivían en su jurisdicción. Por una parte, sus vidas eran confesamente inocentes, no podía probarse ningún crimen contra ellos excepto su creencia cristiana, que le parecía al romano una superstición extravagante y perversa. Por otra parte, a los cristianos no se los podía desvincular de su alianza con Cristo, a Quien celebraban como su Dios en las reuniones temprano a la mañana (Ep., X, 97, 98). La cristiandad aparece aquí ya no como una religión de criminales, como lo hacía en los textos de Tácito y Suetonio; Plinio reconoce los altos principios morales de los cristianos, admira su constancia en la fe (pervicacia et inflexibilis obstinatio), que parece remontarse a su culto de Cristo (carmenque Christo, quasi Deo, dicere).

D. Otros escritores paganos

  

Los testigos paganos restantes son de menor importancia: en el segundo siglo Luciano desprecia a Cristo y a los cristianos de la misma forma que se mofa de los dioses paganos. Hace alusión a la muerte de Cristo en la cruz, a Sus milagros, al amor mutuo que prevalecía entre los cristianos ("Philopseudes", nn. 13, 16; "De Morte Pereg"). Hay también supuestas alusiones a Cristo en Numenius (Origen, "Contra Cels", IV, 51), a sus Parábolas en Galerius, al terremoto en la Crucifixión en Phlegon ( Origen, "Contra Cels.", II, 14). Antes de finalizar el siglo II el logos alethes de Celsus, citado por Orígenes (Contra Cels., passim), testifica que para esa época los hechos relatados en los Evangelios estaban generalmente aceptados como verdaderos históricamente. Sin importar cuan escasas sean las fuentes paganas sobre la vida de Cristo, dan por lo menos testimonio de Su existencia, de Sus milagros, Sus parábolas, Su testimonio de ser de carácter divino, Su muerte en la Cruz, y de las características más sobresalientes de Su religión.

II. Fuentes Judías

  

A. Filo

Filo, que murió luego del A.D. 40, es importante principalmente por la luz que arroja en ciertos modos de pensar y fraseología que encontramos en algunos de los Apóstoles. Eusebio (Hist. Eccl., II, iv) incluso preserva una leyenda en la que cuenta que Filo conoció a San Pedro en Roma durante sus misiones con el emperador Cayo; lo que es más, que en su trabajo sobre la vida contemplativa describe la vida de la Iglesia Cristiana en Alejandría fundada por San Marcos, más que aquella de los Espesenos y Terapeutas. Pero es poco probable que Filo haya escuchado lo suficiente acerca de los cristianos como para darle un asidero histórico a estas leyendas.

B. Josefus

  

El primer escritor no cristiano que se refiere a Cristo es el historiador judío Flavio Josefus, nacido en A.D. 37, fue contemporáneo de los Apóstoles y murió en Roma en A.D. 94. Dos pasajes en su "Antiquities" que confirman dos hechos de las crónicas cristianas inspiradas no tienen disputa. En uno reporta el asesinato de "Juan llamado el Bautista" en manos de Herodes, (Ant., XVIII, v, 2), en el que describe además el carácter y trabajo de Juan; en el otro, (Ant., XX, ix, 1) desaprueba la sentencia pronunciada por el sumo sacerdote Ananus contra "Santiago, hermano de Jesús, Quien era llamado Cristo." Es probable por antecedente que un escritor tan bien informado como Josefus debe haber tenido una familiaridad además con la doctrina y la historia de Jesucristo. Viendo, además, que registra eventos de importancia menor en la historia de los judíos, sería sorprendente si se mantuviese en silencio acerca de Jesucristo. La consideración por los sacerdotes y fariseos no le impidió mencionar los asesinatos judiciales de Juan el Bautista y el Apóstol Santiago; su intento de encontrar la realización de las profecías Mesiánicas en Vespasiano no lo indujeron a callar sobre varias sectas judías, aún cuando sus principios parecían ser inconsistentes con las aseveraciones de Vespasiano. Uno espera, naturalmente, una mención sobre Jesucristo en Josefus. Antiquities XVIII, iii, 3, parece satisfacer esta expectativa. 

Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia Él a muchos judíos (muchos griegos además. Era el Cristo). Y cuando Pilatos, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no abandonaron (ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre Él los santos profetas) La tribu de los cristianos llamados así por El no han cesado hasta este día.

Un testimonio tan importante como el mencionado arriba no podía escaparse del trabajo de los críticos. Sus conclusiones pueden reducirse a tres titulares: aquellos que consideran el pasaje como totalmente falso; aquellos que lo consideran completamente auténtico; y aquellos que lo consideran un poco de cada cosa.

Aquellos que consideran el pasaje como falso:

Primero, están aquellos que consideran al pasaje entero como falso. Las razones principales para esta visión parecen ser las siguientes:
Josefus no podría representar a Jesucristo como un simple moralista y por otra parte no podría enfatizar las profecías y expectativas mesiánicas sin ofender las susceptibilidades romanas; El pasaje arriba mencionado de Josefus parece haber sido desconocido por Orígenes y  los primeros escritores patrísticos; Su lugar preciso en el texto de Josefus es incierto, ya que Eusebio (Hist. Eccl., II, vi) lo debe haber encontrado con anterioridad a las notas referidas a Pilato, mientras que ahora se encuentran luego de ellas.

Pero la falsedad del disputado pasaje de Josefus no implica la ignorancia del historiador con respecto a los hechos conectados con Jesucristo. La narración de Josefus acerca de su propia precocidad juvenil ante los maestros judíos (Vit., 2) nos recuerda la historia de la estadía de Cristo en el Templo a la edad de doce años; la descripción del naufragio en su viaje a Roma (Vit., 3) nos recuerda al naufragio de Pablo relatado en Hechos; finalmente su introducción arbitraria de un engaño practicado por los sacerdotes de Isis sobre una mujer romana, a continuación de sus supuestas alusiones a Jesús, muestran una disposición a explicar el nacimiento virginal de Jesús y a preparar las falsedades que tomaron cuerpo en los escritos judíos subsiguientes.

Aquellos que consideran el pasaje como auténtico, con algunas adiciones inventadas:

Una segunda clasificación de críticos no consideran a la totalidad del testimonio de Josefus concerniente a Cristo como falso pero sostienen que existe una interpolación de las partes marcadas arriba entre paréntesis. Las razones asignadas para esta opinión pueden reducirse a las siguientes dos:
Josefus debe haber mencionado a Jesús, pero no puede haberlo reconocido como el Cristo; por lo tanto parte de nuestro testo Josefiano actual debe ser genuina y parte interpolada.

Igualmente, la misma conclusión se sigue del hecho que Orígenes conocía un texto Josefiano acerca de Jesús, pero no le era familiar nuestro texto actual, ya que, de acuerdo con el gran doctor de Alejandría, Josefus no creía que Jesús fuese el Mesías. ("In Matth.", xiii, 55; "Contra Cels.", I, 47).

Cualquiera sea el peso de estos dos argumentos, se pierde frente al hecho que Josefus no escribía para los judíos, sino para los romanos; consecuentemente, cuando dice "Este era el Cristo" no implica necesariamente que Jesús era el Cristo considerado por los romanos como el fundador de la religión cristiana.

Aquellos que lo consideran completamente genuino:

Una tercera clase de estudiosos cree que el pasaje completo acerca de Jesús, como se encuentra hoy en día en Josefus, es genuino. Los argumentos principales de la autenticidad del pasaje de Josefus son los siguientes:
Primero, todos los códices o manuscritos del trabajo de Josefus contienen el texto en cuestión; para mantener la falsificación de este texto debemos suponer que todas las copias de Josefus estaban en manos de los cristianos, y fueron cambiados de la misma manera.

Segundo, es cierto que ni Tertuliano ni San Justino utilizan el pasaje de Josefus acerca de Jesús; pero su silencio se debe probablemente al desprecio con el que los judíos contemporáneos consideraban a Josefus, y a la relativa poca autoridad que tenía entre los lectores romanos. Los escritores de la edad de Tertuliano y Justino podían apelar a testigos vivos de la tradición Apostólica. 

Tercero, Eusebio ("Hist. Eccl"., I, xi; cf. "Dem. Ev.", III, v) Sozomen (Hist. Eccl., I, i), Niceph. (Hist. Eccl., I, 39), Isidoro de Pelusium (Ep. IV, 225), San Jerónimo (catal.script. eccles. xiii), Ambrosio, Casiodoro, etc., recurren al testimonio de Josefus; no deben haber existido dudas respecto a su autenticidad en el tiempo de estos ilustres escritores.

Cuarto, el silencio completo de Josefus acerca de Jesús hubiese sido un testimonio aun más elocuente del que tenemos en el presente texto; este último no contiene ninguna afirmación que sea incompatible con su origen Josefiano: el lector romano necesitaba la información de que Jesús era el Cristo o el fundador de la religión cristiana; las maravillosas obras de Jesús y su Resurrección de entre los muertos eran pregonadas incesantemente por los cristianos de forma tal que sin estos atributos el Jesús de Josefus no hubiera sido prácticamente reconocido como el fundador de la religión cristiana.

Todo esto no implica necesariamente que Josefus considerase a Jesús como el Mesías judío; pero, aun si hubiese estado convencido de su mesianismo, no se sigue por esto que se haya convertido al cristianismo. Un número de posibles subterfugios pueden haberle brindado al historiador judío razones aparentemente suficientes como para no abrazar el cristianismo.

C. Otras fuentes judías 

  

El carácter histórico de Jesucristo también es afirmado por la literatura judía hostil de los siglos subsiguientes. Su nacimiento se considera unido a una unión ilícita ("Acta Pilati" en Thilo, "Codex apocryph. N.T., I, 526; cf. Justin, "Apol.", I, 35), o hasta adúltera de sus padres (Orígenes, "Contra Cels.," I, 28, 32). El nombre de su padre era Pantera, un soldado común (Gemara "Sanhedrin", viii; "Schabbath", xii, cf. Eisenmenger, "Entdecktes Judenthum", I, 109; Schottgen, "Horae Hebraicae", II, 696; Buxtorf, "Lex. Chald.", Basle, 1639, 1459, Huldreich, "Sepher toledhoth yeshua hannaceri", Leyden, 1705). Este último trabajo en su edición final no apareció hasta el siglo trece, por lo que brinda un relato del mito de Pantera en su forma más avanzada. Rosch es de la opinión de que el mito no comenzó antes de los fines del siglo I. 

Los escritos judíos posteriores muestran trazos de familiaridad con el asesinato de los Santos Inocentes (Wagenseil, "Confut. Libr.Toldoth", 15; Eisenmenger op. cit., I, 116; Schottgen, op. cit., II, 667), con la huída a Egipto (cf. Josefus, "Ant." XIII, xiii), con la estadía de Jesús en el templo a la edad de doce años (Schottgen, op. cit., II, 696), con la llamada a los discípulos  ("Sanhedrin", 43a; Wagenseil, op. cit., 17; Schottgen, loc. cit., 713), con Sus milagros (Origenes, "Contra Cels", II, 48; Wagenseil, op. cit., 150; Gemara "Sanhedrin" fol. 17); "Schabbath", fol. 104b; Wagenseil, op.cit., 6, 7, 17), con su afirmación de ser Dios (Origenes, "Contra Cels.", I, 28; cf. Eisenmenger, op. cit., I, 152; Schottgen, loc. cit., 699) con la traición de Judas y con Su Muerte (Origenes, "Contra cels.", II, 9, 45, 68, 70; Buxtorf, op. cit., 1458; Lightfoot, "Hor. Heb.", 458, 490, 498; Eisenmenger, loc. cit., 185; Schottgen, loc. cit.,699 700; cf."Sanhedrin", vi, vii). Celsus (Origen, "Contra Cels.", II, 55) trata de arrojar dudas sobre la Resurrección, mientras que Toldoth (cf. Wagenseil, 19) repite la ficción judía que el cuerpo de Jesús fue robado del sepulcro.

III. Fuentes Cristianas

  

Entre las fuentes cristianas de la vida de Jesús existe muy poca necesidad de mencionar la así llamada Agrafa y Apócrifa. Porque si bien el Agrafa contiene una Logia de Jesús, o se refiere a incidentes de su Vida, son o altamente improbables o presentados sólo como variaciones de la historia de los Evangelios. El principal valor de la Apócrifa consiste en mostrar la superioridad infinita de los Escritos Inspirados contrastando las toscas y erróneas producciones de la mente humana comparadas con las verdades simples y sublimes escritas bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Entre los libros Sagrados del Nuevo Testamento, los que tienen especial importancia con respecto a la construcción de la vida de Jesús son los cuatro Evangelios y las cuatro grandes Cartas de San Pablo.

Las cuatro grandes Epístolas Paulinas (Romanos, Gálatas, y Primera y Segunda Carta a los Corintios) no serán jamás sobre estimadas por los que estudian la vida de Cristo; han sido llamadas a veces el "quinto evangelio"; su autenticidad jamás ha sido atacada por asiduos críticos; su testimonio es aún más antiguo que el de los Evangelios, al menos que la mayoría de ellos; es de gran valor porque es incidental y sin ningún diseño previo; es el testimonio de un escritor altamente intelectual y culto, que había sido uno de los mayores enemigos de Jesús, y que escribe dentro de los 25 años posteriores a los hechos que relata. Al mismo tiempo, estas cuatro grandes encíclicas dan testimonio de los hechos más importantes de la vida de Cristo: su linaje de David, Su pobreza, su Mesianismo, sus enseñanzas morales, su predicación sobre el Reino de Dios, su llamado a los Apóstoles, sus poderes milagrosos, su afirmación acerca de ser Dios, la traición, la institución de la Sagrada Eucaristía, Su Pasión, crucifixión, sepultura y resurrección, sus repetidas apariciones (Rom., i, 3, 4; v, 11; viii, 2, 3, 32; ix, 5; xv, 8; Gal., ii, 17; iii, 13; iv, 4; v, 21; I Cor., vi, 9; vii, 10; xi, 25; xv, passim; II Cor., iii, 17; iv, 4; xii, 12; xiii, 4; etc.).

Sin importar cuan importantes sean las cuatro grandes epístolas, los evangelios son aún más importantes. No porque alguno de ellos ofrezca una biografía completa de Jesús, sino porque dan razón del origen de la cristiandad por medio de la vida de su Fundador. Las cuestiones tales como la autenticidad de los Evangelios, la relación entre los Evangelios Sinópticos y el Cuarto, el problema Sinóptico deben estudiarse en los artículos referidos a estos temas respectivos.

A.J. MAAS 
Transcrito por  Joseph P. Thomas 
En memoria del Arzobispo Mathew Kavukatt
Traducido por Silvina Sironi Pisano

 The Catholic Encyclopedia, Volume I
Copyright © 1907 by Robert Appleton Company
Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight
Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA
Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor Imprimatur +John Cardinal Farley, Archbishop of New York

 

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Personajes en el contexto de época:

 

Tito Livio

Tito Livio (59? a. de J.C.-17? d. de J.C.). Retórico paduano que, a partir de 26 o 25 a. de J.C., y hasta su muerte, escribió una Historia en 142 libros, de los que sólo poseemos los 10 primeros, los libros 20 a 45 y algunos fragmentos.

A diferencia de los historiadores de la época ciceroniana, que escribían desde una perspectiva política, Tito Livio intentó realizar lo que ahora llamaríamos una historia de los acontecimientos de Roma, desde la fundación de la ciudad. Para ello, se sirvió de las obras de los analistas antiguos y modernizó los hechos que describe (de ahí la introducción de trozos ficticios, en particular discursos que ponía en boca de los personajes de quienes hablaba).

Desde el punto de vista literario, Tito Livio no posee el vigor de Salustio. En el aspecto metodológico, deja traslucir la influencia del historiador griego Polibio y no sólo intenta describir los acontecimientos, sino que comprende su evolución y sus causas.

La prosa latina después del siglo de Augusto

Ya hemos dicho que fue una época cosmopolita; los dos escritores más importantes de la época fueron "provincianos": Séneca, español, y Tácito, probablemente originario de la Galia.

Séneca

Lucio Anneo Séneca (c. 4 a. de J.C.-65 d. J.C.),
 fue filósofo, dramaturgo, político y eminente escritor de la edad de plata de la literatura latina. Nació en Córdoba, hijo del retórico romano Marco (Lucio) Anneo, más conocido como Séneca el Viejo.

Tras estudiar retórica y filosofía en Roma, Séneca el Joven, como hoy se le conoce, quedó profundamente influido por las enseñanzas de los estoicos, cuya doctrina desarrollaría en lo sucesivo.

Su principal preocupación era la ética, pero sus creencias eran más espirituales que las de los primero filósofos estoicos. Sus tragedias en verso ejercieron una influencia notable en la posterior evolución del teatro clásico en Italia. Otras dramaturgos de épocas posteriores también se sintieron atraídos por el estilo retórico y florido de Séneca, su coherencia formal, su capacidad analítica e introspectiva, el fatalismo estoico de sus personajes y la fuerza de los temas que abordaba: el asesinato, el horror y la venganza.

En el año 49 d.C. Séneca se convirtió en pretor y fue nombrado tutor de Nerón, hijo adoptivo del emperador Claudio. A la muerte de Claudio, en el 54, Nerón se convirtió en emperador. Retirado de la vida pública, al perder la confianza de Nerón, Séneca se dedicó plenamente a escribir y a estudiar filosofía.

El estilo artificial y epigramático de Séneca representa espléndidamente la edad de plata. Sus discursos, así como diversas obras científicas, se han perdido, pero entre los numerosos escritos que se conservan destacan las Cuestiones Naturales (54 d.C.), siete libros en los que se analizan los fenómenos de la naturaleza desde un punto de vista estoico, y que hacen referencia a alguno de los cuatro elementos; la Epístola a Lucilio (63-64), 124 cartas dirigidas a un amigo; y varios tratados estoicos sobre temas como la ira (41-44), la serenidad mental y el retiro filosófico (55-56).

Sus diálogos y tratados morales son más humanos y persuasivos que dogmáticos, y hacen gala de una gran humildad. También escribió nueve tragedias en verso, todas ellas adaptaciones libres de antiguas leyendas griegas; las cuatro primera están probablemente basadas en las obras de Eurípides.


Petronio

Petronio (Cayo Petronio Arbiter, 20?-65? d. de J.C.),
 es autor de una novela de aventuras titulada Satiricón, de la cual sólo fragmentos han llegado hasta nosotros.

Esta novela de costumbres, que relata los azares de dos jóvenes descarriados perseguidos por la maldición del dios Príapo, a quien han ofendido, es una obra compleja en la cual se mezclan los versos y la prosa (por consiguiente, y según el sentido original del término, es una satura).

Por otra parte, la novela de Petronio es realista en extremo y las descripciones de los personajes de baja condición constituyen otros tantos bosquejos notablemente pintorescos.

Plinio el Viejo

Plinio el Viejo (23-79)
 dejó una Historia natural, en 37 libros, que no es simplemente un tratado de zoología o de botánica, sino una vasta enciclopedia (aunque menos extensa que la de Varrón y de una ideología bastante trivial). También escribió algunas obras históricas (perdidas), sobre todo una Historia de las guerras de Germania y una Historia de Roma desde Tiberio de gran utilidad para Tácito.

Su sobrino, 
Plinio el Joven (62-114?), discípulo de Quintiliano, escribió el panegírico oficial de Trajano y dejó una correspondencia de hombre culto, curioso de todo, de humanista, que, sin embargo, resulta bastante superficial.

En cuanto a 
Marco Fabio Quintiliano (35-96), nació en Hispania, como Séneca, y resumió su enseñanza de la retórica en su obra Institución oratoria. Quintiliano fue un ciceroniano y contribuyó a fijar la lengua clásica y tradicional.

Tácito

El escritor más importante de este periodo es, indiscutiblemente, Tácito (Comelio Tácito, 55?-120?), de quien sabemos que siguió normalmente el cursus honorum y que fue letrado.

Esto explica que se iniciara en la carrera de las letras con el Diálogo de los oradores, en el cual exalta la elocuencia ciceroniana (como Quintiliano), pero donde también señala -cosa que Quintiliano no supo o no osó señalar- que su decadencia está ligada a la desaparición de la libertad de expresión: "La elocuencia ama las revoluciones -escribe- y no sobrevive en un Estado organizado".

La firmeza del análisis de Tácito sobre la decadencia de la elocuencia lleva a ciertos historiadores a considerar que el Diálogo de los oradores no fue escrito en los inicios de su carrera, es decir, entre 80 y 96 d. de J.C., sino en su plena madurez, en la época en que escribió las Historias.

En el 98, Tácito publicó la Vida de Agrícola, su suegro, general de Domiciano cuyas concepciones políticas ataca vigorosamente (debe señalarse que Tácito -como todos los escritores de su época- no podía permitirse el lujo de atacar a la autoridad imperial; por tanto, sus diatribas están dirigidas a emperadores difuntos).

El mismo año, Tácito publicó Germania, pequeña obra de etnografía sobre los "bárbaros" de allende el Rin en la que analiza la amenaza que representa para Roma el pueblo de los germanos.

Las Historias, compuestas entre 104 y 109, relataban, en 14 libros, el período de la historia romana comprendido entre la muerte de Nerón y la de Domiciano (es decir, de 68 a 96, fecha del advenimiento de los Antoninos). De esta obra sólo se han conservado los 4 primeros libros y parte del quinto, o sea, los correspondientes a los reinados de los emperadores Galba (68-69), Otón (69) y Vitelio (69), así como los relativos a los comienzos del reinado de Vespasiano (emperador en 70).

Pero la obra maestra de Tácito está constituida por los Anales, que reseñan la historia de Roma bajo los emperadores Julio-Claudios (Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón).

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JESÚS ‘EL JUDÍO’

 

1. La estirpe judía de Jesús, nacido como judío de una madre judía, circuncidado como judío, presentado en el Templo de Jerusalén, predicador en las sinagogas, mesías judío y con discípulos judíos. 2. El Nuevo Testamento tiene 27 libros de los que 25 están escritos por judíos.

 

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DECLARACIÓN DE JOSÉ DE ARIMATEA

 

Declaración de José de Arimatea, el que demandó el cuerpo del Señor, que contiene las causas de los dos ladrones

 

I 1.Yo soy José de Arimatea, el que pidió a Pilato el cuerpo del Señor Jesús para sepultarlo, y que por este motivo se encuentra ahora encadenado y oprimido por los judíos, asesinos y refractarios de Dios, quienes, además, teniendo en su poder la ley, fueron causa de tribulación para el mismo Moisés y, depués de encolerizar al legislador y de no haber reconocido a Dios, crucificaron al Hijo de DIos, cosa que quedó bien de manifiesto a los que conocían la condición del Crucificado. Siete días antes de la pasión de Cristo fueron remitidos al gobernador Pilato desde Jericó dos ladrones, cuyos cargos eran éstos:

  

2. El primero, llamado Gestas, solía dar muerte de espada a algunos viandantes, mientras que a otros les dejaba desnudos y colgaba a las mujeres de los tobillos cabeza abajo para cortarles depués los pechos; tenía predilección por beber la sangre de los miembros infantiles; nunca conoció a Dios; no obedecía a las leyes y venía ejecutando tales acciones, violento como era, desde el principio de su vida.  


El segundo, por su parte, estaba encartado de la siguiente forma. Se llamaba Dimas; era de origen galileo y poseía una posada. Atracaba a los ricos, pero a los pobres les favorecía. Aun siendo ladrón, se parecía a Tobit [Tobías], pues solía dar sepultura a los muertos. Se dedicaba a saquear a la turba de los judíos; robó los libros de la ley en Jerusalén, dejó desnuda a la hija de Caifás, que era a la sazón sacerdotisa del santuario, y substrajo incluso el depósito secreto colocado por Salomón. Tales eran sus fechorías.

 

3. Fue detenido asimismo Jesús la tarde del día 4 antes de la Pascua. Y no había fiesta para Caifás ni para la turba de los judíos, sino enorme aflicción, a causa del robo que había efectuado el ladrón en el santuario. Y, llamando a Judas Iscariote, se pusieron al habla con él. Es de saber que éste era sobrino de Caifás. No era discípulo sincero de Jesús, sino que había sido dolosamente instigado por toda la turba de los judíos para que le siguiera; y esto, no con el fin de que se dejara convencer por los portentos que Él obraba, ni para que le reconociese, sino para que se lo entregase, con la idea de cogerle alguna mentira. Y por esta gloriosa empresa le daban regalos y un didracma de oro cada día. Y a la sazón hacía ya dos años que se encontraba en compañía de Jesús, como dice uno de los discípulos llamado Juan.  

 

4. Y tres días antes de que fuera detenido Jesús, dijo Judas a los judíos: «¡Ea!, pongamos el pretexto de que no fue el ladrón quien sustrajo los libros de la ley, sino Jesús en persona; yo mismo me comprometo a hacer de acusador». Mientras esto se decía, entró en nuestra compañía Nicodemo, el que tenía a su cargo las llaves del santuario, y se dirigió a todos, diciendo: «No llevéis a efecto tal cosa». Es de saber que Nicodemo era más sincero que todos los judíos juntos. Mas la hija de Caifás, llamada Sara, dijo a voz en grito: «Pues Él ha dicho delante de todos contra este lugar santo: Soy capaz de destruir este templo y de levantarlo en tres días». A lo que respondieron los judíos: «Te damos todos nuestro voto de confianza», pues la tenían como profetisa. Y, una vez celebrado el consejo, fue detenido Jesús.

 

II 1.Y al día siguiente, que era miércoles, le llevaron a la hora nona al palacio de Caifás. Y Anás y Caifás le dijeron: «Oye, ¿por qué has robado nuestra Ley y has puesto a pública subasta las promesas de Moisés y de los profetas?» Mas Jesús nada respondió. Y, ante toda la asamblea reunida, le dijeron: «¿Por qué pretendes deshacer en un solo momento el santuario que Salomón levantó en cuarenta y seis años?» Y Jesús no respondió nada a esto. Es de saber que el santuario de la sinagoga había sido saqueado por el ladrón.

  

2. Mas el miércoles, a la caída de la tarde, la turba se disponía a quemar a la hija de Caifás por haberse perdido los libros de la Ley, pues no sabían cómo celebrar la Pascua. Pero ella les dijo: «Esperad, hijos, que daremos muerte a este Jesús y encontraremos la Ley y la santa fiesta se celebrará con toda solemnidad». Entonces Anás y Caifás dieron ocultamente a Judas Iscariote una buena cantidad de oro con este encargo: «Di, según nos anunciaste: Yo sé que la Ley ha sido sustraida por Jesús, para que el delito recaiga sobre él y no sobre esta irreprochable doncella». Y cuando se hubieron puesto de acuerdo sobre el particular, Judas les dijo: «Que no sepa el pueblo que vosotros me habéis dado instrucciones para hacer esto contra Jesús; soltadle más bien a éste, y yo me encargo de convencer al pueblo de que la cosa es así». Y astutamente pusieron en libertad a Jesús.

  

3. Así, pues, el jueves al amanecer entró Judas en el santuario y dijo a todo el pueblo: «¿Qué queréis darme y yo os enttregaré al que hizo desaparecer la Ley y robó los Profetas?» Respondieron los judíos: «Si nos lo entregas, te daremos treinta monedas de oro». Mas el pueblo no sabía que Judas se refería a Jesús, pues bastantes confesaban que era Hijo de Dios. Judas, pues, se quedó con las treinta monedas de oro.

  

4. Y, habiendo salido a la hora cuarta y a la hora quinta, encontró a Jesús paseando en el atrio. Y, echándose ya encima la tarde, dijo a los judíos: «Dadme una escolta de soldados armados de espadas y palos y yo lo pondré en vuestras manos». Y le dieron fuerza para prenderle. Y mientras iban caminando, díjoles Judas: «Echad mano a aquel a quien yo besare, pues Él es quien ha robado la Ley y los Profetas». Después se acercó a Jesús y le besó, diciendo: «Salve, Maestro». Era  a la sazón la tarde del jueves. Y, una vez preso, lo pusieron en manos de Caifás y de los pontífices, diciéndoles Judas: «Éste es el que ha hurtado la Ley y los Profetas». Y los judíos sometieron a Jesús a un injusto interrogatorio, diciendo: «¿Por qué has hecho esto?» Mas Él nada respondió. 
Entonces Nicodemo y yo, José, viendo la cátedra de la pestilencia, nos separamos de ellos, no estando dispuestos a perecer juntamente con el consejo de los impíos.

 

III 1.Y, después que aquella noche hicieron otras cosas terribles contra Jesús, la madrugada del viernes fueron a entregárselo al gobernador Pilato para crucificarle; y con este fin acudieron todos. Y el gobernador Pilato, después de interrogarle, mandó que fuera crucificado en compañía de dos ladrones. Y fueron crucificados juntamente con Jesús, a la izquierda Gestas y a la derecha Dimas.

  

2. Y empezó a gritar el de la izquierda, diciendo a Jesús: «Mira cuántas cosas malas he hecho sobre la tierra, hasta el punto incluso de que, si yo hubiera sabido que tú eras rey, aun contigo hubiera acabado. ¿Por qué te llamas a ti mismo Hijo de Dios, si no puedes socorrerte en caso de necesidad? ¿Cómo, pues, vas a prestar auxilio a otro que te lo pida? Si tú eres el Cristo, baja de la cruz para que pueda creer en ti. Pero, por de pronto, no te considero como hombre, sino como bestia salvaje que está pereciendo juntamente conmigo». Y comenzó a decir muchas otras cosas contra Jesús mientras blasfemaba y hacía rechinar sus dientes contra Él, pues había caído preso el ladrón en el lazo del diablo.

  

3. Mas el de la derecha, cuyo nombre era Dimas, viendo la gracia divina de Jesús, gritaba de este modo: «Te conozco, ¡oh Jesucristo!, y sé que eres Hijo de Dios; te estoy viendo como Cristo adorado por miríadas de ángeles. Perdóname los pecados que he cometido; no hagas venir contra mí los astros en el momento de mi juicio, o la luna cuando vayas a juzgar toda la tierra, puesto que de noche realicé mis malos propósitos; no muevas el sol, que ahora se está oscureciendo por ti, para que pueda manifestar las maldades de mi corazón; ya sabes que no puedo ofrecerte presente alguno por la remisión de mis pecados. Ya se me echa encima la muerte a causa de mis maldades, pero tú tienes poder para expiarlas; líbrame, Señor universal, de tu terrible juicio; no concedas al enemigo poder para engullirme y hacerse heredero de mi alma, como lo es de la de ese que está colgado a la izquierda; pues estoy viendo cómo el diablo recoge su alma, mientras sus carnes desaparecen. No me ordenes tampoco pasar a la porción de los judíos, pues estoy viendo sumidos en un gran llanto a Moisés y a los profetas, mientras el diablo se ríe a costa suya. Antes, pues, ¡oh Señor!, de que mi alma salga, manda que sean borrados mis pecados, y acuérdate de mí, pecador, en tu reino, cuando vayas a juzgar a las doce tribus sobre el trono grande y alto, pues gran tormento has preparado a tu mundo por tu propia causa».

 

4. Y, cuando el ladrón terminó de decir estoo, respondióle Jesús: «En verdad, en verdad te digo, Dimas, que hoy mismo vas a estar conmigo en el paraiso. Mas los hijos del reino, los descendientes de Abrahán, de Isaac, de Jacob y de Moisés, serán arrojados fuera a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes. Mas tú serás el único que habites en el paraíso hasta mi segunda venida, cuando vaya a juzgar a los que no han confesado mi nombre». Y añadió: «Márchate ahora y di a los querubines y a las potestades, que están blandiendo la espada de fuego y guardan el paraíso del que Adán, el primero de los creados, fue arrojado, después de haber vivido allí, por haber prevaricado y no haber guardado mis mandamientos: Ninguno de los primeros verá el paraíso hasta que venga de nuevo a juzgar a vivos y muertos. Habiéndolo escrito así Jesucristo, el Hijo de Dios, el que descendió de las alturas de los cielos, el que salió inseparablemente del seno del Padre invisible y bajó al mundo para encarnarse y ser crucificado para salvar a Adán, a quien formó, para conocimiento de los escuadrones de arcángeles, guardianes del paraíso y ministros de mi Padre. Quiero y mando que penetre dentro el que está siendo crucificado conmigo, y que reciba por mí la remisión de sus pecados, y que entre en el paraíso con cuerpo incorruptible y engalanado, y que habite allí donde nadie jamás puede habitar». 
Y he aquí que, cuando hubo dicho esto, Jesús entregó su espíritu. Tenía esto lugar el viernes a la hora de nona. Mientras tanto, las tinieblas cubrían la tierra entera y, habiendo sobrevenido un gran teremoto, se derrumbó el santuario y el pináculo del templo.

 

IV 1.Entonces yo, José, demandé el cuerpo de Jesús y lo puse en un sepulcro nuevo, sin estrenar. Mas el cadáver del que estaba a la derecha no pudo ser hallado, mientras que el de la izquierda tenía un aspecto parecido al de un dragón. 
Y, por el hecho de haber pedido el cuerpo de Jesús para darle sepultura, los judíos, dejándose llevar de un arranque de cólera, me metieron en la cárcel donde solía retenerse a los malhechores. Me ocurría esto a mí la tarde del sábado en que nuestra nación estaba prevaricando. Y mira por cuánto esta misma nación sufrió el sábado tribulaciones terribles.

 

2. Y precisamente la tarde del primer día de la semana, a la hora quinta, cuando yo me encontraba en la cárcel, vino hacia mí Jesús acompañado del que había sido crucificado a su derecha, a quien había enviado al paraíso. Y había una gran luz en el recinto. De pronto la casa quedó suspensa de sus cuatro ángulos, el espacio interior quedó libre y yo pude salir. Entonces reconocí a Jesús en primer lugar y luego al ladrón, que traía una carta para Jesús. Y, mientras íbamos camino de Galilea, brilló una luz tal, que no podía soportarla la creación; el ladrón, a su vez, exhalaba un gran perfume procedente del paraíso.

 

3. Luego sentóse Jesús en un lugar y leyó así: «Los querubines y los exaptérigos, que recibimos de tu divinidad la orden de guardar el jardin del paraíso, hacemos saber esto por medio del ladrón que fue crucificado juntamente contigo por disposición tuya: Al ver en éste la señal de los clavos y el resplandor de las letras de tu divinidad, el fuego se extinguió, no pudiendo aguantar la flamígera señal, y nosotros, sobrecogidos por un gran temor, quedamos amedrentados; pues oímos al autor del cielo y de la tierra y de la creación entera que bajaba desde la altura hasta las partes más bajas de la tierra a causa del primero de los creados, Adán. Pues, al ver la cruz inmaculada que fulguraba por medio del ladrón y que hacía reverberar un resplandor siete veces mayor que el del sol, se apoderó de nosotros, presa de la agitación de los infiernos, un gran temblor. Y, haciendo coro con nosotros los ministros del infierno, dijimos a grandes voces: Santo, Santo, Santo es el que impera en las alturas. Y las potestades dejaban escapar este grito: Señor, te has manifestado en el cielo y sobre la tierra, dando la alegría de los siglos, después de haber salvado de la muerte a la misma criatura».

  

V 1.Mientras iba yo contemplando esto, camino de Galilea, en compañía de Jesús y del ladrón, Aquél se transfiguró, y no era lo mismo que la principio, antes de ser crucificado, sino que era luz por completo. Y los ángeles le servían continuamente, y Jesús mantenía conversación con ellos. Y pasé tres días a su lado, sin que ninguno de sus discípulos le acompañara, sino sólo el ladrón.

 

2. Mediada la fiesta de los Ázimos, vino su discípulo Juan, y todavía no habíamos visto al ladrón ni sabíamos qué había sido de él. Juan entonces preguntó a Jesús: «¿Quién es éste, pues no me has permitido ser visto por él?». Mas Jesús no le respondió nada. Entonces él se echó a sus pies y le dijo: «Señor, sé que desde el principio me amaste; ¿por qué no me haces ver a aquel hombre?» Díjole Jesús: «¿Por qué vas en busca de lo arcano? ¿eres obtuso de inteligencia? ¿No percibes el perfume del paraíso que ha inundado el lugar? ¿No te das cuenta de quién era? El ladrón colgado de la cruz ha venido a ser heredero del paraíso; en verdad, en verdad te digo que de él sólo es hasta que llegue el gran día». Y Juan dijo: «Hazme digno de verle».

 

3. Y, mientras Juan estaba aún hablando, apareció de repente el ladrón. Aquél entonces, atónito, cayó al suelo. El ladrón no conservaba la misma figura que tenía antes de venir Juan, sino que era como un rey majestuoso en extremo, engalanado como estaba con la cruz. Y se dejó oír una voz, emitida por una gran muchedumbre, que decía así: «Has llegado al lugar del paraíso que te estaba preparado; nosotros hemos sido designados por el que te envió para servirte hasta que venga el gran día». Y, al producirse esta voz, quedamos invisibles el ladrón y yo. Yo entonces me encontré en mi propia casa y ya no vi a Jesús.

  

4. Y habiendo sido testigo ocular de estas cosas, las he dejado escritas para que todos crean en Jesucristo crucificado, nuestro Señor, y no sirvan ya a la ley de Moisés, sino que den crédito a los prodigios y portentos obrados por Él, de manera que, creyendo, sean herederos de la vida eterna y podamos encontrarnos todos en el reino de los cielos; porque a Él le conviene gloria, fuerza, alabanza y majestad por los siglos de los siglos. Amén. 

 

Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por Aurelio De Santos Otero, BAC

 

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P: Biblia del Peregrino: "...de nuestro gran Dios y de nuestro Salvador Jesucristo" (Tit. 2, 13); "...Sea por siempre bendito el Dios que está sobre todo" (Ro. 9, 5). Como ve, Shökel, aunque no traduce igual que con Mateos, también separa a Dios y a Jesús. Don César, no le hablo de los Testigos de Jehová, sólo digo que hacer eso en los dos versículos citados puede ser muy discutible, pero no es falsear.

 

 

 

R: Es imposible traducir Tito 2, 13 de esa manera porque el texto griego dice literalmente: "del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo". Esa traducción implica destrozar la gramática y lo mismo sucede con Romanos 9, 5 donde dice literalmente: "Cristo siendo Dios sobre todo bendito para siempre. Amén". De hecho, la misma traducción de los Testigos de Jehová tiene que poner "sea" entre paréntesis para sostener esa traducción. Lea el texto griego y lo comprobará. 2004.03.César Vidal.

 

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P: ¿Pudo ser Cristo fariseo?

R: No porque no compartía sus interpretaciones diversas de la Torah e incluso las combatió pero sí es verdad que en algunos aspectos recuerda a Hil.lel el joven.

DR.CÉSAR VIDAL, historiador y filósofo; escritor y abogado. 2003-06-12 ESP. L.D.